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¿Nos reunimos mañana por la tarde? –propuso.
– Puedo hacerlo nada más esta semana porque… ¿a que no
sabés adónde viajo?
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A Londres – dije, deseando de todo corazón acertar la
apuesta.
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¿Cómo sabías? ¿Viste en Internet lo del Congreso de
Ginecología? – aventuró.
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Sí – le mentí. – Pensé
que vos no te lo ibas a perder. Mañana te cuento, ¿dale? Mañana a las cinco de
la tarde en mi casa. – le propuse.
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¿No puede ser en la mía? – sugirió.
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No. Tengo muchas cosas que mostrarte. Preparate,
porque la reunión va a ser larga. – lo alerté.
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¿Hay muchas novedades? – quiso
saber.
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Más que muchas. Y otras que habían pasado antes pero
que nunca te las dije. – Necesitaba a Federico o, mejor dicho, su
chequera. Tenía que acompañarlo a Londres. Más exactamente, él me tenía que
acompañar a mí.
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Ahora tengo más ganas que nunca de saber en qué
anduviste – me aseguró. – Mañana a las cinco en tu casa.
Vos poné el mate que yo llevo algo de la confitería.
Ese mediodía Olga y yo nos preparamos un par de sándwiches para
no perder tiempo almorzando algo más complicado. Preferimos dedicarnos a
acomodar todos los papeles que se habían ido reuniendo sobre el escritorio, la
mesa de la cocina, estantes de la biblioteca y todo cualquier otro lugar libre
de la casa. Nos sentíamos una vez más como enfrentando una estresante situación
de examen, de un examen muy importante para nuestras vidas.
Todo nos había ido llevando poco a poco a un estado quizá
parecido a una neurosis obsesiva, si es que existe un estado así. En nuestro
caso, y por nuestra permanente identificación espiritual que todos solían
notar, se trataría seguramente de una neurosis obsesiva compartida, a punto de
convertirse en compulsiva.
Estábamos verificando los beneficios de ese estado transitorio
de estrés. Experimentábamos una sensación interior de creciente euforia y
nuestro grado de actividad física había ido aumentando ese día con ritmo cada
vez mayor a medida de que se iban acercando las cinco de la tarde. Éramos dos
jóvenes adolescentes preparándonos para nuestra primera cita amorosa. Pero no
una cita entre ella y yo sino entre nosotros y Federico, es decir, entre
nosotros y la gran posibilidad.
Si como decía, creo, Henry Ford, “la oportunidad pasa por encima
de nuestras cabezas y solamente puede atraparla quien se encuentre saltando
todo el tiempo para alcanzarla”, entonces era nuestra. Nunca habíamos saltado
tan alto, los dos juntos y con tantas expectativas de concretar un sueño.
La investigación cambia de escenario por obra de una ¿casualidad? Y heme aquí viajando a Londres y acercándome al mundo darwiniano para tratar de develar el significado oculto de tres palabras que los extraterrestres sembraron en mi camino.
"London" era la primera, y parecía que estaba al alcance de mi mano, gracias a mi amigo. Después vería el tema de "Queen's" y del "puente" que mencionaban, pero eso sería cuando ya estuviera con los dos pies transitando la antigua capital inglesa.
Creo que ya es tiempo de que tengas tu copia de la novela para averiguar junto a mí si Darwin era un brillante científico o un pequeño farsante con ciertas habilidades. Para obtenerla fácilmente tienes varios caminos. Consúltame a mi email o utilizando el formulario que encontrarás en este blog.
Te espero, como siempre.
Prof. Daniel Aníbal Galatro