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Evolucionismo vs Creacionismo


Evolucionismo vs. Creacionismo: ¿Un conflicto entre ciencia y religión?

  • En su significado más amplio, el término evolución incluye tanto la idea de desarrollo, como la de cambio gradual y sucesivo

La ciencia tiene límites que no puede transgredir y, como se ha discutido en otras series de artículos, no existe enfrentamiento, sino continuidad entre la ciencia y la fe cristiana

Segunda parte: Evolución y Darwinismo La ciencia tiene límites que no puede transgredir y, como se ha discutido en otras series de artículos, no existe enfrentamiento, sino continuidad entre la ciencia y la fe cristiana. La ciencia investiga hechos, establece principios de validez general y formula teorías; tal fue el camino que condujo al desarrollo de la llamada teoría de la evolución. Lo cierto es que ningún hecho, principio o teoría establecido científicamente contradirá a la fe cristiana, simple y sencillamente porque la fe no es un sentimiento irracional carente de apoyo.
La doctrina católica enseña que la fe es la aceptación racional y libre de las verdades reveladas por Dios, de manera que ella incide directamente en la inteligencia para comprometer la voluntad. Pero Dios no revela verdades relativas a la estructura del universo o a la organización de la materia, sino a la salvación del hombre.
Por consiguiente, la Biblia no es un libro de ciencias naturales sino palabra de salvación, y para la salvación no es necesario que el mundo como lo conocemos haya llegado su estado por evolución o que haya sido creado tal y como está. Esta es la razón por la que la Biblia nada dice sobre evolución; no la afirma ni la niega, sino que simplemente no la menciona. El libro del Génesis describe la creación para revelar que sólo Dios es eterno, que es creador y gobernador, diferente del mundo y trascendente a él y, sobre todo, que la creación es buena. A las ciencias naturales les corresponde complementar estas verdades con la descripción y explicación de lo ocurrido desde que el mundo es mundo.
En su significado más amplio, el término evolución incluye tanto la idea de desarrollo, como la de cambio gradual y sucesivo. Así, todo ser vivo evoluciona porque crece y se desarrolla, así como también se afirma que el pensamiento y la cultura evolucionan. En ciencias naturales, la evolución se acepta como un hecho y como una teoría. Es un hecho irrefutable, porque existe suficiente evidencia paleontológica que muestra los cambios graduales en animales y plantas a lo largo de las eras geológicas, mientras que la teoría es la explicación de ese hecho. El problema es que existen muchas explicaciones –muchas teorías–, por lo que se toma el vocablo evolucionismo para designar globalmente a las teorías que intentan explicar la evolución.
Se considera al botánico Linneo (1707-1778) como el primero que habló sobre evolución, entendida como la transformación de los seres vivos a lo largo de la historia de la tierra que se cuenta en millones de años; aunque Anaximandro, filósofo presocrático, afirmaba en el siglo VI antes de Cristo que la vida se había originado en el agua y desarrollado después fuera de ella. Lamarck (1744-1829) y después Charles Darwin (1809-1882) fueron quienes propusieron las explicaciones científicas más conocidas de la evolución. Pero la evolución no la descubrió Darwin, como se cree comunmente. Buffon, sabio francés, sostenía en sus escritos de 1766 que unos animales proceden de otros distintos, y Erasmus Darwin –abuelo de Charles– presentó, en 1796, la misma hipótesis, en la que atribuía a Dios, a quien llama La Gran Causa Primera, el origen y la dirección de la evolución.
Así, lo primero que debe hacerse es distinguir entre evolución y darwinismo, dado que con frecuencia tienden a confundirse o a utilizarse como sinónimos. Dentro de este error, el darwinismo sería la explicación científica de la evolución; sin embargo, éste es solamente un intento de explicarla, y de ninguna manera la única forma de hacerlo, y ni siquiera la más convincente. Tanto se ha trillado y abusado de ella, que ignorantes espíritus materialistas, en una burda manipulación de la información, atribuyen a Darwin el disparate de que “el hombre desciende del mono”, aunque Darwin solamente propuso la hipótesis de que el hombre y los simios tienen ancestros comunes que se remontarían a una edad geológica remota.
Como es sabido, Alfred R. Wallace (1823-1913), al igual que Darwin, explicó también la evolución de las especies por selección natural. Para Wallace, la selección natural no puede explicar por sí sola, la evolución hasta el hombre. Según él, el cerebro humano no pudo surgir de esa manera, sino que una Inteligencia Superior quiso el desarrollo del hombre en una dirección definida y para un propósito especial. Seguiremos con este tema en nuestras próximas discusiones.

Antonio Lara Barragán Gómez
OFS

Escuela de Ingeniería Industrial

Universidad Panamericana

Campus Guadalajara

antonio.lara_baragan@up.edu.mx
en informador.com.mx





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