“Abba” es una palabra aramea que significa padre. Cuando se conjugan los dos términos “Abba” y “Padre”, el resultado es una sensación profunda y tierna, la cual es muy íntima. “Abba, Padre” expresa una dulzura intensificada. Los niños de todas las razas humanas se dirigen a sus padres de esta forma dulce: En Estados Unidos dicen: “Daddy”; en China dicen: “Baba”; y en las Filipinas dicen: “Papa”. No usamos una sílaba aislada como “Da”, “Ba” o “Pa”, pues no sería tan dulce usar una sola sílaba. Necesitamos decir: “Daddy”, “Baba” o “Papa”. Necesitamos clamar: “Abba, Padre”. Si hacemos esto, comprobaremos cuán dulce es.
¿Por qué clamamos: “Abba, Padre”? Porque tenemos un espíritu de filiación. Me sería difícil llamar “Papá” a un hombre que no sea mi padre. Sería más fácil llamarlo “Señor”, pero no podría llamarlo “Papá”. Y sería mucho más difícil dirigirme a él clamando: “Abba, Padre”. De hecho, sería imposible. Si mi querido padre aún viviera, me gustaría llamarlo “Papi”. Sería tan dulce llamarlo así porque él me engendró. Jóvenes, no hay necesidad de que duden si son hijos de Dios. Cuando ustedes claman: “Abba, Padre”, ¿no experimentan una sensación muy dulce e íntima en su interior? Esto comprueba que son hijos de Dios y que tienen un espíritu de filiación.
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