“Decidí creer en Santa Claus”
Por David Maldonado
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En mi casa, cuando mis hermanos y yo estábamos pequeños, se nos dijo que el Niñito era quien nos llevaba los regalos el 25 de diciembre.
En Noche Buena, acostumbramos a tener una cena con toda mi familia (abuelos, tías, tíos y primos). Ya casi a la medianoche, hacemos un intercambio de regalos porque para estas fechas jugamos “amigo secreto”. Pero, esos no eran los regalos del Niñito. Esos llegaban hasta la mañana siguiente.
Cuando estábamos más grandes, mi mamá nos explicó que la navidad es la conmemoración del nacimiento de Jesús, a quien en esta época se le dice el Niñito y con motivo de esto, es que se dan regalos. Es un gesto de cariño que se da entre las personas que más queremos. Incluso, nos explicaron que Dios bendice a las familias con salud y trabajo que son también regalos.
Eso, lo sabía. Pero, una navidad se me ocurrió que quería creer en Santa Claus. ¿Por qué? Quizá porque veía que en las fábulas y películas navideñas existía este señor, buena gente, que entraba por las chimeneas y dejaba regalos en Noche Buena.
Sabía que en Costa Rica no hay muchas chimeneas, no hay nieve y Santa Claus pertenece a culturas de otros países y no al mío. Pero, lo que me gustaba era la fantasía, la posibilidad de soñar con algo mágico.
Ante esta situación, mi mamá se volvió a sentar conmigo para explicarme que no existe Santa Claus. Me enojé y le dije que no me dijera eso, “yo quiero creer”, le contesté.
No volvieron a decirme nada, hasta un día que estaba jugando escondido en la escuela. Uno de mis compañeros me dijo que Santa Claus no existía. Pero, no me importó. Eso ya lo sabía.
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