Aclaración previa: En sus envíos, Nicolás jamás escribe textualmente el nombre de Dios, seguramente para no violar el mandamiento que habla de no tomar Su nombre en vano. Aquí me ha parecido que no era imprudente colocarlo con todas las letras por entender que las características de amplitud de pensamiento del blog lo permitían. Si algunos lectores estiman que no debo hacerlo, no tendré reparos en modificar esta posición personal mía en el futuro. Háganmelo saber si así fuese.
Daniel Galatro
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Aletas y escamas
Hay otro sorprendente “descubrimiento” científico que los sabios ya conocían de años atrás.
Hay otro sorprendente “descubrimiento” científico que los sabios ya conocían de años atrás.
No obstante, a menos que estuvieran muy, muy seguros de sí mismos, no deberían jamás habérnoslo divulgado pues podría haber sido fácilmente desmentido más tarde. La única razón por la que no tuvieron temor de compartirlo con nosotros, es porque no se trataba de un descubrimiento”. Era una antigua tradición científica que Dios mismo relató a Moisés.
¿A qué descubrimiento científico nos estamos refiriendo? La Torá (Levítico 11:9) nos dice que los únicos peces que podemos comer son aquellos que poseen aletas y escamas. Dos mil años atrás, cuando nuestros Sabios registraron por escrito la Ley Oral en la Mishná, anotaron lo siguiente (Tratado Nidá 6:9): “Todo pez que tenga escamas, tiene aletas, pero existen algunos peces que tienen aletas pero no escamas”. De esta Mishná deducimos el siguiente fallo halájico (sobre leyes). (Ver Maimónides, Mishne Torá, Leyes de Alimentos prohibidos 1:24): Todo pez que usted encuentre que tenga escamas –aun si al momento no tuviera aletas- puede ser ingerido. Le está permitido asumir que tuvo aletas y se le cayeron o bien, eventualmente, le han de crecer; pero una cosa es segura: si tiene escamas, es un pez con aletas y puede ser comido.
Ahora bien, ¿cómo es posible que nuestros Sabios supieran esto como hecho real? ¿Tal vez en otro continente distinto podrían ser encontrados peces que tuvieran escamas pero no aletas?
Pero no, nadie jamás descubrió semejante pez. Los sabios no dijeron que esta ley estuviera basada en ningún estudio acuático –lo basaron en la pura tradición que se remonta todo el camino hasta Moisés, quien lo escuchó directamente de Dios.
El muro Occidental
Otra tradición se refiere al Muro Occidental. Nuestros Sabios hacen un comentario fascinante sobre el versículo del Cantar de los Cantares 2:9 “(Dios está) de pie tras nuestro muro, mirando a través de las ventanas y espiando a través de las grietas…”
En el simple sentido alegórico, el versículo nos esta diciendo que, independientemente de lo mal que pudieran parecer las cosas para el pueblo judío, Dios está constantemente cuidando a Su pueblo a la distancia. Otro midrash, que trasmite un comentario sobre este versículo en nombre de Rab Aja, declara que la Presencia de Dios jamás se moverá del Muro Occidental: “La Divina Presencia jamás se moverá del Muro Occidental, tal como está escrito: “He aquí que Él está parado detrás de nuestro muro” (Midrash Shemot Rabá 2:2). Los sabios hacen una declaración aún más fuerte en otro Midrash sobre este versículo: “Detrás de nuestro Muro” (significa) detrás del Muro Occidental del Templo. ¿Por qué? Porque Dios juró que éste jamás sería destruido”.
Pues bien, sabemos que la Torá predice que la Tierra de Israel se volverá desolada (y nuestros sabios realmente vivieron cuando ya la tierra estaba desolada), queriendo decir que nosotros, los judíos, no estaríamos en Israel para detener a todo el que tratase de destruir el Muro Occidental. De hecho, hubo muchos intentos para destruirlo. Pero en vano. En efecto, el Midrash cuenta sobre cómo el general romano Vespasiano asignó generales a la destrucción de cada uno de los cuatro muros del Templo. El Muro Occidental le fue dado a un general llamado Pangar. Por mucho que trató, no tuvo éxito en destruirlo, pues, como nos cuenta el Midrash: “Fue, efectivamente, decretado por los Cielos que jamás sería destruido”. ¿Por qué no? “Porque la Divina Presencia mora en el (Muro de) Occidente”.
¿Por qué se aventurarían nuestros Sabios a hacer tal audaz declaración, sobre que el Muro Occidental jamás sería destruido? ¿No hubiese sido más seguro buscar, simplemente, otras razones por las cuales el Muro no fue destruido aún en su época? ¿Por qué decir, con semejante convicción, que es decreto del Cielo que el Muro jamás sea destruido? Obviamente, ellos tenían una tradición de las mejores fuentes de que Dios nunca permitiría que fuera destruido. Y así es hasta ahora.
¿A qué descubrimiento científico nos estamos refiriendo? La Torá (Levítico 11:9) nos dice que los únicos peces que podemos comer son aquellos que poseen aletas y escamas. Dos mil años atrás, cuando nuestros Sabios registraron por escrito la Ley Oral en la Mishná, anotaron lo siguiente (Tratado Nidá 6:9): “Todo pez que tenga escamas, tiene aletas, pero existen algunos peces que tienen aletas pero no escamas”. De esta Mishná deducimos el siguiente fallo halájico (sobre leyes). (Ver Maimónides, Mishne Torá, Leyes de Alimentos prohibidos 1:24): Todo pez que usted encuentre que tenga escamas –aun si al momento no tuviera aletas- puede ser ingerido. Le está permitido asumir que tuvo aletas y se le cayeron o bien, eventualmente, le han de crecer; pero una cosa es segura: si tiene escamas, es un pez con aletas y puede ser comido.
Ahora bien, ¿cómo es posible que nuestros Sabios supieran esto como hecho real? ¿Tal vez en otro continente distinto podrían ser encontrados peces que tuvieran escamas pero no aletas?
Pero no, nadie jamás descubrió semejante pez. Los sabios no dijeron que esta ley estuviera basada en ningún estudio acuático –lo basaron en la pura tradición que se remonta todo el camino hasta Moisés, quien lo escuchó directamente de Dios.
El muro Occidental
Otra tradición se refiere al Muro Occidental. Nuestros Sabios hacen un comentario fascinante sobre el versículo del Cantar de los Cantares 2:9 “(Dios está) de pie tras nuestro muro, mirando a través de las ventanas y espiando a través de las grietas…”
En el simple sentido alegórico, el versículo nos esta diciendo que, independientemente de lo mal que pudieran parecer las cosas para el pueblo judío, Dios está constantemente cuidando a Su pueblo a la distancia. Otro midrash, que trasmite un comentario sobre este versículo en nombre de Rab Aja, declara que la Presencia de Dios jamás se moverá del Muro Occidental: “La Divina Presencia jamás se moverá del Muro Occidental, tal como está escrito: “He aquí que Él está parado detrás de nuestro muro” (Midrash Shemot Rabá 2:2). Los sabios hacen una declaración aún más fuerte en otro Midrash sobre este versículo: “Detrás de nuestro Muro” (significa) detrás del Muro Occidental del Templo. ¿Por qué? Porque Dios juró que éste jamás sería destruido”.
Pues bien, sabemos que la Torá predice que la Tierra de Israel se volverá desolada (y nuestros sabios realmente vivieron cuando ya la tierra estaba desolada), queriendo decir que nosotros, los judíos, no estaríamos en Israel para detener a todo el que tratase de destruir el Muro Occidental. De hecho, hubo muchos intentos para destruirlo. Pero en vano. En efecto, el Midrash cuenta sobre cómo el general romano Vespasiano asignó generales a la destrucción de cada uno de los cuatro muros del Templo. El Muro Occidental le fue dado a un general llamado Pangar. Por mucho que trató, no tuvo éxito en destruirlo, pues, como nos cuenta el Midrash: “Fue, efectivamente, decretado por los Cielos que jamás sería destruido”. ¿Por qué no? “Porque la Divina Presencia mora en el (Muro de) Occidente”.
¿Por qué se aventurarían nuestros Sabios a hacer tal audaz declaración, sobre que el Muro Occidental jamás sería destruido? ¿No hubiese sido más seguro buscar, simplemente, otras razones por las cuales el Muro no fue destruido aún en su época? ¿Por qué decir, con semejante convicción, que es decreto del Cielo que el Muro jamás sea destruido? Obviamente, ellos tenían una tradición de las mejores fuentes de que Dios nunca permitiría que fuera destruido. Y así es hasta ahora.