Hacía unas semanas había enviado a un club científico de Madrid
mi recién terminado audiovisual acerca de “El Universo, la Energía y la Masa ”, un material elaborado para
Jornadas de Difusión de las Ciencias que preparábamos con Olga desde hacía
meses.
En uno de los e-mails que siguieron en mi comunicación con esos
inquietos jóvenes les hablé de un concepto que daba vueltas por mi mente desde
de los años ochenta: los “pensones”, partículas elementales de pensamiento.
Algo así como “núcleos de ideas” que producidos en los cerebros de las personas
se integran al cosmos ocupando trayectorias a mayor o menor distancia de
nuestro planeta y son pasibles de ser capturados por otros cerebros e
integrados a su base de información. No todo aquel que capturaba un “pensón” estaba
preparado para comprender su significado conceptual, pero si tenía la
información adicional necesaria o la lograba posteriormente podía utilizarlo
para generar nuevas ideas, y, por consiguiente, nuevos “pensones” que emitiría
para sumarlos a esa “base cósmica de conocimientos”.
León conocía mis teorías desde aquellos tiempos iniciales. Nunca
estuvo muy de acuerdo con ellas quizá porque yo pretendía explicar así la
intuición, la telepatía y muchos otros fenómenos que nos interesaban a ambos.
El trabajo enviado por Nicolás hablaba de “mindons”, un término
derivado de “mente” en inglés, y curiosamente muy similares a mis “pensones”.
En teoría, transmitían mensajes hacia el futuro pero si se descubriese que su
velocidad superaba la de la luz también podían enviar mensajes hacia el pasado.
“Masa imaginaria”. La posibilidad de salir de esta prisión
tridimensional y navegar otros mares en compañía de tantos otros que dijeron
haberlo hecho, como mi apreciado Víctor Sueyro o el más que discutido Lobsang
Rampa que tanto leí en mis años de juventud. Los neutrinos podían ser la
explicación de una enorme cantidad de fenómenos que hoy seguimos llamando
“parapsicológicos” o “metafísicos” para reflejar que están más allá de lo que
conocemos.
No me pareció que Federico pudiera ayudarme en este campo pues
los supuse conocimientos demasiado alejados de los suyos. Ni León, dado que
todavía estaba yo dolido por las ácidas críticas con que recibió mi teoría más
de veinte años atrás. Debía buscar alguien que pudiese darme alguna pista sobre
el tema.
¿Un físico de la
Facultad ? No. Definitivamente no. Los que había conocido eran
de mente demasiado cerrada, encasillada por lo fáctico, incapaces de aceptar posibilidades
que no estuviesen dentro de su limitado campo de acción.
¿Un parapsicólogo? Podría conversar con él acerca de los
fenómenos pero seguramente desconocería lo que yo necesitaba analizar dentro
del campo de la Física. Por
eso, tampoco.
Mis descalificaciones demostraban que a pesar de
autoconsiderarme un individuo de mente abierta estaba todavía invadido por los
prejuicios que criticaba en el resto de los humanos. Seguramente, pienso hoy,
más de un físico es capaz de interesarse por lo metafísico. Quizá muchos. Y
algún parapsicólogo había sumado a sus conocimientos específicos un bagaje
adicional de información científica suficiente como para comprender y analizar
probablemente mejor que yo esta posibilidad de los “pensones” como explicación
de, por ejemplo, los fenómenos telepáticos.
Pero esos prejuicios me hicieron tomar una decisión que
finalmente resultó la mejor, la definitiva.
¿Por qué buscar intermediarios para comunicarme con los zetarreticulianos? ¿Por qué no buscar una forma directa de modo de lograr un "face to face" o algo parecido para preguntarles todo lo que desde siempre quise saber acerca de ellos?
Tú hubieras pensado lo mismo, ¿verdad?
¿Y cómo resultó la cuestión? Si ya has leído la novela completa, lo sabes. Si no, cuando vamos llegando al final, es tiempo de que tengas una copia en tu propia PC en forma de ebook.
¿Cómo lograrlo? Envíame un correo a danielgalatro@gmail.com y a vuelta de mail te diré los pocos y sencillos pasos a seguir.
Te estaré esperando.
Prof. Daniel Aníbal Galatro