El horario estaba bien. Yo no. El cuarto mensaje. ¿Qué diría?
-
Era la chica esa de los OVNIs, ¿no? ¿Ahora qué quiere?
–
preguntó Olga.
Se había despertado con el llamado telefónico y, ¡milagro!,
había sido impulsada a levantarse por la curiosidad de saber quién podría ser a
las dos de la mañana.
-
Sí. Ella no quiere nada. Tus amigos, los
zetarreticulianos, quieren algo. – le informé. - Debe
ser algo importante porque se expusieron a que los vieran.
-
¿Y los vieron? – se asombró ella.
-
No a ellos pero sí a su nave y al mensaje que dejaron.
–
le confirmé.
-
¿Un mensaje para la Humanidad ? – siguió
inquiriendo mi esposa, entredormida pero comprendiendo perfectamente nuestra
conversación.
-
No para la Humanidad. Para mí solito, con nombre y apellido.
Y lo dejaron en la casa de Marta, la chica esa. –
puntualicé. – Mañana…, mejor dicho dentro de
unas horas, me lo traerá. A las 8. Ahora volvete a la cama.
-
¡Ni loca! Ya estoy bien despierta y no me voy a poder
dormir otra vez después de lo que me contaste. – dijo mientras iba rumbo a
la cocina para preparar algo.
Yo tampoco lograría dormirme después de eso. Nos quedamos
conversando entre mate y mate hasta que amaneció. Aproveché para ponerla al
tanto de muchas cosas que había aprendido años atrás sobre este tipo de
fenómenos. Le dí detalles que nunca le había dado sobre lo que había leído y
comprobado personalmente. Quería que se tranquilizara totalmente, que no
tuviera ningún temor ni con los extraterrestes ni con sus manifestaciones algo
espectaculares. Después de tantos años de andar tras sus huellas allá por los
años 70 y 80 nada me había sucedido.
En realidad la estaba preparando porque en cualquier momento un
zetarreticuliano o cualquier ser extraño de otra tipología podía estar tocando
el timbre de nuestra puerta. Y quizá compartiendo unos mates con nosotros.
Nunca se sabe.
***
La cuestión parece aclararse. O quizá cada vez está más oscura. Lo que comenzó siendo una especie de juego va involucrando al autor en forma peligrosa. No debería importarme demasiado si no fuese que el autor soy yo.
***
La cuestión parece aclararse. O quizá cada vez está más oscura. Lo que comenzó siendo una especie de juego va involucrando al autor en forma peligrosa. No debería importarme demasiado si no fuese que el autor soy yo.
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Espero tu email. Es tiempo de que nos conozcamos mejor.
Prof. Daniel Aníbal Galatro
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