Transitando uno de los enormes pasillos dirigí mi vista a la
sala de los fósiles. Sonreí como en oportunidades anteriores imaginando qué
ocurriría si yo fuese un perro y me encontrase ante tantos huesos.
Junto al dinosaurio más grande, el que ocupa el centro de la
sala y cuyo nombre jamás recuerdo sin leer el cartelito que tiene a su lado, un
hombre joven, de pelo negro y lentes de marco también negro, vistiendo un
blanco guardapolvo, observaba ese rompecabezas de hueso mientras tomaba notas
en un cuaderno.
¿Y si le preguntaba a él sobre Darwin? Tenía “cara de saber
mucho”, o seguramente me lo pareció, ya que ese tipo de rostro no existe
realmente. Conozco varias personas con cara de poco lúcidos que son realmente
unos genios, y otros con cara de genios que…
Me acerqué a él.
-
Perdón. Buenas tardes. – le dije,
agregando luego mi nombre a modo de presentación formal.
-
Excúseme. No soy de aquí. Si desea saber algo acerca
de esto, le aconsejo que busque a alguien del Museo. –
respondió con seriedad al tiempo que me echaba un rápido vistazo.
-
No. No es sobre un tema específicamente del Museo. ¿A
qué te dedicás?– le pregunté, tuteándolo sin sentimiento de culpa en razón de
nuestra marcada diferencia de edades.
-
Paleontología. Me llamo Gallardo, Raúl Gallardo. Soy
argentino, de San Isidro, pero desde hace unos años vivo en México con mi
familia. – me relató, ya resignado a hacer una pausa en su trabajo. – Allí
hice la carrera.
-
¿En la Universidad Autónoma ? – aventuré
para demostrarle algún conocimiento sobre ese país.
-
Sí. En el Distrito Federal. – me
confirmó, sonriendo. - ¿Y qué es lo que querés saber? Si
puedo ayudarte… - ofreció, compartiendo mi tratamiento informal.
-
Darwin y su teoría de la evolución – le
precisé. – Tengo algunas dudas… En realidad sé muy poco acerca de
eso.
-
Mi sensación actual es que nadie sabe mucho. A mí me
interesó porque, en su momento, fue una posición revolucionaria y muy
discutida. – aclaró – Aunque durante casi todo el siglo
veinte fue lo que se enseñó como la mejor explicación del origen de las
especies.
***
¿Y por qué no? A cualquiera que no fuese yo se le hubiese ocurrido comenzar por la ciencia y no por la religión. Ya había pasado por los asuntos basados en la fe pero la racionalidad indicaba otro camino considerado más sólido por los que en el siglo XX se estimaban más sólidos y confiables.
¿Sirvió este cambio de rumbo?
La respuesta está en la novela. Algo que puedes conseguir fácilmente. Consúltame a mi correo danielgalatro@gmail.com y te diré cómo. Te espero.
Prof. Daniel Aníbal Galatro
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