¡Hola, amigos!
Dentro de estas notas relacionadas con el famoso "Caso Tacuarembó" no podían faltar algunos recuerdos, que los hay y muchos, sobre nuestro regreso a la ciudad de Ensenada, cargados de elementos que pudimos colectar en aquellas hermosas tierras situadas casi en el centro geográfico del Uruguay.
Particularmente yo, muy vinculado con la Universidad Nacional de La Plata no solamente como alumno sino como integrante activo de un grupo de investigación, quería poner algunos "broches de oro" a esa expedición que, junto a Luis Burgos y a Omar Becerro, nos hiciera viajar 60 horas entre ida y regreso al pueblo de los OVNIs.
Es que ya se me había impregnado el rigor científico que me inculcaron estudiosos doctores como Escalante, González Quintana, Rumi, Aymonino, Córsico, Tedesco, Torre, Vucetich y medio centenar más no menos prestigiosos que tuve la suerte de conocer.
Estábamos a fines del 77 y no era sencillo encontrarlos disponibles porque era época de exámenes en todas la Cátedras. Pero un verdadero investigador debe buscar las mejores pruebas y contrapruebas de sus hallazgos para optimizar la validez de sus conclusiones.
Y así anduve los pasillos de la Facultad de Ciencias Químicas y de la Facultad de Ciencias Naturales, por ejemplo, procurando que los más sabios pusieran sus ojos y su experiencia sobre el material que habíamos traído desde las cuchillas de la Banda Oriental.
Por ejemplo, las piedras que había reunido en el propio pozo perforado por "algo que cayó del cielo" y en sus inmediaciones, requerían un estudio a nivel geológico que pedía a gritos la presencia del mejor, el Dr. Mario Egidio Teruggi, Profesor Emérito de la UNLP, personaje destacado de la ciencia argentina que, además, tenía muchas historias juveniles de su paso por Ensenada. Y como nosotros éramos de allí, suponíamos que las puertas de su laboratorio iban a estar abiertas de par en par.
Pero por esos días el Dr. Teruggi estaba seriamente enfermo y era imposible que nos atendiera aunque esa fuera su intención.
Busqué al "adjunto" que, luego de explicarme la situación, me acompañó hasta uno de los laboratorios donde media docena de alumnos estaban realizando tareas. Me presentó brevemente y salió, dejándome con los jóvenes que me rodearon o, mejor dicho, rodearon la bolsa con piedras que yo había apoyado sobre una de las mesas.
Comencé a relatar con la mayor seriedad posible y en líneas generales qué nos había convocado a las inmediaciones de Achar, qué nos habían dicho los pobladores acerca de la noche que cayó el objeto y por qué habíamos traído esas piedras al reino del Dr. Teruggi.
Los jóvenes se interesaron mucho y, luego de que yo extrajera el material de la bolsa y lo desparramara sobre la mesa, comenzaron a tomarlo en sus manos y revisarlo con interés.
Pero sucedió que dije, como al pasar, unas palabras mágicas que cambiaron todo el escenario.
Pero sucedió que dije, como al pasar, unas palabras mágicas que cambiaron todo el escenario.
Sin darle mayor importancia, mencioné que según algunos acharenses podía ser "material radiactivo".
Como había sucedido años antes en la Comisaría 1a de Ensenada cuando entré con un perro y comenté que "podía estar rabioso", los presentes en el laboratorio soltaron las piedras sobre la mesa y, con una cara entre de preocupación y de terror se alejaron lo más posible hacia rincones seguros del lugar. Me dijeron que dejara todo ahí y regresara en media hora para que me dieran su veredicto.
Como había sucedido años antes en la Comisaría 1a de Ensenada cuando entré con un perro y comenté que "podía estar rabioso", los presentes en el laboratorio soltaron las piedras sobre la mesa y, con una cara entre de preocupación y de terror se alejaron lo más posible hacia rincones seguros del lugar. Me dijeron que dejara todo ahí y regresara en media hora para que me dieran su veredicto.
Así lo hice. Treinta minutos más tarde volví a ingresar y todo estaba más tranquilo. Habían medido el nivel de radiactividad y era prácticamente cero. Los pequeños fragmentos de roca eran del material basáltico típico de la región en la que lo encontramos, etc., etc.
Salí con la bolsa y fui a agradecerle al profesor adjunto su amabilidad. Conversamos un rato y llegamos a la conclusión de que lo más probable era que lo caído del cielo fuera algo así como la caja negra de un satélite, algo bastante frecuente ya en esa región.
Quizá otro día les relate qué ocurrió, por ejemplo, con las docentes de la Cátedra de Botánica cuando estudiaron las plantitas que habíamos recogido en Achar y otras "consultas al regreso" que avalaron al menos que estábamos investigando con seriedad.
Pero no quería echar al olvido las expresiones de pánico que mostraron los estudiantes de Geología cuando les comenté el tema de la posible radiactividad.
Será hasta la próxima.
Daniel Aníbal Galatro
danielgalatro@gmail.com
Noviembre 8 de 2014.
Esquel - Chubut - Argentina
Daniel Aníbal Galatro
danielgalatro@gmail.com
Noviembre 8 de 2014.
Esquel - Chubut - Argentina
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