Escudriñando la Tradición hay un velo impenetrable.
San Agustín dice que pasó por la muerte, pero no se quedó en ella.
Los Orientales gustan de llamarla Dormición con ánimo de afirmar la diferencia.
¿Tránsito?
Separación inefable.
Ni el Areopagita, ni Epifanio, ni Dante acertaron a describir lo real indescriptible, inefable: el último eslabón de la cadena que se inicia con la Inmaculada Concepción y, despertando secretos armónicos, apostilla la Asunción con la Coronación que el arte de Fra Angélico se atreve a plasmar con pasta conservada en el Louvre.
La Iglesia celebra, junto al Resucitado Hijo triunfante, a la Madre, singularmente redimida, Glorificada desde la Traslación.
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