Ví un gran círculo marcado en el suelo, de 30 metros de diámetro. Parece ser un símbolo de amistad y bienvenida. Dentro de ese círculo, otro círculo de menor dimensión. Líneas cruzan de diámetro a diámetro y en su centro parece verse una cruz, símbolo de salvación y paz a mi corazón. Ese círculo, lugar de meditación y energía para alimentar mi alma.
A lo lejos en lo alto del cielo, en esa noche estrellada, noche fría y solitaria de invierno, noche de tranquila y serena paz a mi alma. Allá en lo alto de los valles Calchaquíes, ví una pequeñísima luz blanca que entremezclada entre miles y miles de estrellas, satélites que cruzan de aquí para allá y meteoritos que caen del cielo jugando en el firmamento, va creciendo, va agigantándose , se acerca a mí
¡Eran ellos, sí eran ellos! Venían en una hermosa y poderosa nave que estacionada en los aires sobre ese gran círculo, dejaban su magia y resplandor en mi alma y corazón para conectar mi mente a Dios. Energía y vibración de ellos de parte de Yesua para mi ser, luz de vida y amor.
En un abrir y cerrar de ojos ví escoltas, burbujas de colores, esferas transparentes pasearse en toda mis tierras...
En un atardecer, estando recostado en el centro de ese gran círculo, mi cuerpo descansaba, mi mente viajaba y a lo lejos sólo se oía el murmullo del río Calchaquí. Estaba yo solo con la soledad del silencio y de repente mis ojos se durmieron en lo profundo de mi ser. Es cuando ví a las estrellas jugar y brillar con más resplandor.
Me levanté porque ví una intensa luz blanca en el suelo a poca distancia. Lo sorprendente fue que al levantarme mi cuerpo estaba dormido e inerte; dejé solo a mi cuerpo y me dirigí a esa luz.
Estando en esa luz blanca que resplandecía, un ser vestido de blanco, de alta estatura y rostro ardiente que iradiaba amor, me recostó en una camilla que ardía pero el fuego no quemaba ni consumía. Él midió mis pies con una bara de oro que tenía extraños signos. Esos dos seres de luz querían sanar mi cuerpo enfermo, pero yo en mi pobre e inocente débil humanidad, abrí mis ojos y mi alma se conectó a mi cuerpo. Desperté en ese gran círculo de misterios, magia y energía, paz a mi corazón.
Mi corazón volvió a latir y a respirar esta triste realidad de mi vivir, en este mundo pobre y enfermo, falto de amor...
Julio Espinoza
01 de abril de 2010
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