Este poder (Col. 1:11) no es solamente el poder de la resurrección de Cristo (Fil. 3:10), sino Cristo mismo. En nosotros tenemos a Cristo como la dínamo que continuamente nos reviste de poder “conforme a la potencia de Su gloria”. Ésta es la potencia que expresa la gloria de Dios, es decir, glorifica a Dios en Su potencia. Es con esta potencia que somos revestidos de poder. Cristo nos fortalece “para toda perseverancia y longanimidad con gozo”. Gracias a este maravilloso poder podemos estar gozosos aun en medio de los sufrimientos. Mediante este poder podemos aceptar con gozo todo lo que nos sobrevenga.
Y la razón por la que estamos gozosos es que tenemos en nosotros al Cristo resucitado como el poder que actúa en nosotros. Si nos regocijamos en tiempos de aflicción, no envejeceremos tan rápidamente; antes bien, pareceremos más jóvenes de lo que realmente somos. El apóstol Pablo no oró para que los colosenses tuvieran los mejores cónyuges, las mejores casas o los mejores trabajos. Tampoco oró para que ellos no tuvieran que pasar por sufrimientos. En lugar de ello, oró para que ellos fueran fortalecidos para toda perseverancia y longanimidad con gozo; en otras palabras, oró para que tuvieran la capacidad de sufrir, incluso por mucho tiempo, sin perder el gozo. El hecho de que suframos por largo tiempo sin perder el gozo indica que estamos soportando los sufrimientos en Cristo. En realidad, los sufrimientos pueden ayudarnos a disfrutar más a Cristo. Cristo mismo es el gozo, la perseverancia y la longanimidad. Por tanto, la oración de Pablo es una oración que nos conduce a experimentar a Cristo. © 2008 Living Stream Ministry
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